¿QUIÉN ES ARZAK?


Del desierto B, Arzak es su guardián.
A través de cuatro episodios de este personaje, recrea parte de la historia de su vida.

Capítulo 1: http://www.youtube.com/watch?v=cRjRBs52igI
Capítulo 2: http://www.youtube.com/watch?v=1zeaovfnWhA
Capítulo 3: http://www.youtube.com/watch?v=i1DPwzn7OiU
Capítulo 4: http://www.youtube.com/watch?v=V2ci3TOJ-EA

Formato de escritura
  1. Título.
  2. Presentación.
  3. Relato.
Máximo dos carillas, interlinea de un espacio y medio.

Si existen problemas de enlace, puedes visitar el sitio: http://www.youtube.com/user/urrutiatv

¡Suerte!
MODELO: Ribet huye hacia Atolón

El peligro debido al aumento de la radiación solar obligó a las comunidades del desértico valle del Atolón a emigrar a zonas más altas. Este fue el motivo para que un pterodáctilo llegara a la familia de Arzak.

Arzak era aún pequeño cuando aprendió a mirar el horizonte sin desviar la vista, pese al sol brillante. Había observado a su madre hacerlo -a la misma hora, todos los días- y también la veía desviar la antena para recibir la energía solar.

Fue un niño como los demás: dibujaba en la arena la figura de aquellos escasos árboles que todavía estaban en pie, cerca de su casa; trepaba audaz los peñascos, peligrosos para su edad; y habitualmente visitaba a los demás niños y niñas que habitaban la comunidad “Atolón”, dentro de la zona abierta del continente seco.

Todo era extraordinario para Arzak, en aquellos años de niñez. Sin embargo, no era así para su familia. Las radiaciones comenzaron a exceder los límites permitidos, asunto que preocupaba a su madre Antuan. Ella aprovechaba la energía solar, pero hacía ya varios años que vigilaba las variaciones, que sobrepasaban lo permitido. La comunidad –por su lejanía- no tenía asignado vocero que los representara en el Consejo Continental, por lo tanto era desconocido el peligro que caía en “Atolón” cada mañana.

Ribet, padre de Arzak, volvió a casa una tarde, después del acostumbrado viaje a las riberas del río Paranac, donde comerciaba joyas. Con preocupación le dijo a Antuan:

– La comunidad Kácer programó su salida en dirección a la cordillera – explicó en tono abatido –. Usarán los últimos pterodáctilos para transportar fardos de comida y materiales necesarios para reconstruir las casas. Ellos, ellos… no volverán.

– Habíamos hablado de lo grave del ambiente, Ribet. Es hora que hagamos lo mismo –musitó Antuan, igual de consternada.

Pero Antuan, Ribet y Arzak no tenían un pterodáctilo.

Por lo escarpado de la zona río arriba, hacia tierras altas, más heladas y secas, la posibilidad de viajar en esa dirección sólo era imaginable en un pterodáctilo adulto, de aquellos que en Kácer todavía se contaban en una decena. La familia de Ribet tenía la alternativa de negociar uno a cambio de joyas.

La tercera noche desde que su padre había viajado a Kácer, el pequeño Arzak despertó con pavor al escuchar los sonidos secos y roncos que venían desde afuera de su refugio. Pero los rostros tranquilos de Antuan y Ribet por la ventana lo tranquilizaron:

– Hijo, tenemos el animal para el viaje que te habíamos dicho. Es momento que lo conozcas. No te hará daño. Será tu amigo y deberás nombrarlo de alguna manera – enfatizó Ribet, sabiendo que aquella era la única manera que Arzak conociera, desde pequeño, cómo convivir con un pterodáctilo.

– ¡Es blanco! –. Arzak lo apuntó con sorpresa y entusiasmo.

Durante los próximos tres meses, la familia de Ribet preparó el viaje a la cordillera del Atolón, y en ese tiempo, el animal creció lo suficiente para cargar en su lomo lo indispensable y así iniciar una nueva vida. El blanco animal volador fue preparado por el padre junto a su hijo, realizando complejos desplazamientos por el aire, al tiempo que era alimentado y entrenado para obtener resistencia física.

Antuan, por su parte, preparó el trayecto y definió los lugares de los primeros campamentos, antes de arribar al mejor sitio y más elevado, para levantar el nuevo refugio.

Después de 10 años, el valle ancestral no era más que un desierto. “El Desierto B”, según lo nombraban por radio las otras comunidades dispersas en la cordillera de Atolón. Desde aquí, Ribet y el pterodáctilo se lanzaban hacia abajo, siguiendo el lecho seco del río, en busca de viajeros que comenzaban a transitar por la zona desértica, para vender joyas a cambio de nuevas provisiones, alimentos y artefactos de mejor tecnología.